Aunque el Sitio Web se centre en la descripción arquitectónica de las catedrales góticas, no por ello ha de olvidarse aquellas otras construcciones religiosas de menor tamaño que, por su importancia histórica y religiosa, han de ser incluidas también aquí. Estas son las correspondientes a Francia.
Abadía de Cluny (910)
Aunque la abadía de Cluny ya no existe en toda su totalidad (solo queda parte del transepto sur), por razones históricas y arquitectónicas, me veo en la necesidad de incluirla aquí. Si bien el edificio pertenece al estilo románico, es obligado decir que el arco apuntado, típico del gótico, nació en el románico de Borgoña y la famosa abadía de Cluny III lo incorpora de manera majestuosa.
La abadía de Cluny fue uno de las más ilustres de todo el mundo por la santidad de sus abades y monjes, por el numero de religiosos y monasterios que tuvo en toda Europa (850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica), por haber sido cabeza de la gran congregación monástica de su nombre, por sus magníficos edificios y rico tesoro en alhajas, reliquias y libros, todo en la actualidad ya perdido y destruido. Su origen y fundación datan de principios del siglo X. En el 910, el rey Guillermo I el Piadoso, conde de Mâcon y duque de Aquitania, cede una reserva de caza de su propiedad para fundar un monasterio benedictino, en principio con doce monjes, dedicándoselo a san Pedro Apóstol y cuyo diploma lleva la fecha de 11 de septiembre. Los primeros monjes procedían del monasterio de Baume con su abad Bernón, que pasó a serlo de Cluny, donde estableció la más perfecta observancia de la regla de san Benito, junto con los estatutos de Aquisgrán y los usos de san Benito de Aniane, que en el siglo anterior había restablecido la disciplina monástica en gran numero de conventos de las Galias. La forma de vida de los cluniacenses fue pronto imitada por muchos otros monasterios, gracias al celo delos sucesores de san Bernón, que fueron san Odón (926-942), san Aymardo (942-954), san Magiolo (954-994), san Odilón (994-1049), san Hugo I el Magno (1049-1109). Este ultimo empezó la gran basílica cluniacense, una de las mejores y más grandes iglesias de Francia y de Europa, que acabó el abad Pedro el Venerable (1123-1156) y consagró el papa Inocencio II (25 octubre de 1130). En este tiempo estaba Cluny en su apogeo; tenía su convento 460 religiosos, muchos de ellos ilustres en santidad y erudición, algunos distinguidos también por las dignidades que alcanzaron en la Iglesia. La fundación de la congregación cisterciense y la rivalidad y diferencias que hubo entre ella y el monasterio de Cluny fueron bastante perjudiciales para éste, no obstante la defensa brillante que hizo de sus costumbres, usos y ceremonias el santo abad Pedro el Venerable contribuyó a mantener su estatus. Los sucesores ya no estuvieron todos a la misma altura; con todo se ha exagerado demasiado la decadencia que suponen comenzó enseguida en Cluny, atribuyéndola también a sus dependencias con manifiesta injusticia, la cual es mucho mayor haciéndola extensiva a los demás monasterios de hábito negro. En el mismo siglo que vivió Pedro, gobernó a Cluny Teobaldo, que de abad de San Basolo ascendió a éste en 1178 y después a presbítero cardenal por nombramiento de Alejandro III y por fin promovido a cardenal obispo de Ostia por Lucio III. Durante los siguientes siglos tuvo la abadía otros ilustres abades como Giraldo, Guillermo III, Enrique de Fialteriis, Pedro II, Androino de la Roche, Odon II, Juan III de Borbón, etc. En 1529 comenzaron en Cluny los comendatarios, de cuyas guerras no pudieron escapar, por lo que se resintieron notablemente, tanto en lo espiritual como en lo temporal. Richelieu y Mazarino, que tenían bien poco de eclesiásticos, se titularon abades de Cluny, para gozar de sus gruesas rentas.
Los edificios e iglesias de Cluny eran verdaderamente regios y austeros. Buena prueba de ello es que en 1245 pudo albergar cómodamente y sin estorbo para los monjes, al papa Inocencio IV, que venía del concilio ecuménico de Lyón, en compañía de doce cardenales, que estrenaron allí el capelo rojo por primera vez; los patriarcas de Antioquia y Constantinopla, tres arzobispos y quince obispos con gran numero de abades, además, a san Luis, rey de Francia, su madre Blanca de Castilla, su hermano, el duque de Artois y su hermana, el emperador Balduino de Constantinopla, los hijos de san Fernando de Castilla y Jaime de Aragón, el duque de Borgoña, seis condes y muchos otros grandes señores. Su tesoro en reliquias, vasos y ornamentos sagrados, era de inestimable valor; en 1561 los herejes lo saquearon, calculándose en dos millones de libras de oro y plata lo que sacaron de allí. También destrozaron la rica biblioteca, que contenía no menos de 1800 códices manuscritos, fruto de la paciencia y laboriosidad benedictinas, que habían recogido allí los escritos de los Santos Padres y autores antiguos. De la antigua abadía se conservan, además de los claustros, una gran puerta románica del siglo XI, el granero del siglo XIII, y la fachada llamada del Papa Gelasio, de estilo gótico y muy posterior a este papa. Dentro del recinto de la abadía existen cuatro torres: la del Molino y la de los Fueros, cuadradas; la Redonda y la de Fabri, erigidas en el siglo XIV por el abad de este nombre.
La destrucción del monasterio cluniacense fue ordenada en 1790 por un decreto de los republicanos, de 13 de febrero de dicho año. Los monjes se vieron en el duro trance de abandonar aquella secular abadía, llena de tantas grandezas y recuerdos. Posteriormente, en octubre de 1793 los revolucionarios se hicieron dueños de todos los edificios, y descolgaron las campanas de la torre para fundir cañones; en noviembre arrancaron las cruces y a fines del mismo llegó una turba que profanó todo cuanto santo y sagrado halló a su paso, haciendo escarnio de las imágenes, después de haber destruido los altares. En este saqueo tomaron parte hasta las mujeres, que ayudaban a la destrucción para aprovecharse de la seda y el oro con que luego se adornaban. Un cura renegado contribuyó también a la expoliación, adquiriendo, para luego volverlos a vender, hasta los sillares del santuario. Se dice que pasando Napoleón por la Borgoña, para ir a Italia, el municipio cluniacense le suplicó que tuviese a bien visitar la villa. El emperador les contestó bruscamente: Habéis vendido y destruido vuestra grande y hermosa Iglesia; id en mala hora, pues sois unos vándalos; jamás visitaré a Cluny.
El rápido crecimiento de la comunidad de Cluny necesitaba edificios cada vez mayores. Las construcciones de Cluny afectaron profundamente a las prácticas arquitectónicas en el occidente europeo desde el siglo X al XII. Las tres iglesias sucesivas son llamadas convencionalmente Cluny I, Cluny II y Cluny III. En el año 910 se comienza la construcción de la primera iglesia de Cluny, denominada Cluny I que fue consagrada en el año 927; sabemos realmente muy poco de esta primitiva construcción, pero debió ser un edificio de estilo otoniano; la hipotética reconstrucción más fiable es la de Conant. Tras una primera construcción de dimensiones humildes, la segunda iglesia Cluny II, se comenzó en el 955 y se concluyó en el año 981. Se trataba de una iglesia sin pórtico, con un atrio abierto con galerías porticadas. Por este atrio se accedía a la iglesia, que tenía tres largas naves, seguramente separadas por pilares de sección circular. Había un crucero destacado en planta, transepto de nave única y una cabecera muy compartimentada con siete capillas en torno a la cabecera. El presbiterio estaba dividido en tres naves; este elemento, conocido como cabecera benedictina, era el más novedoso, vinculado a las necesidades litúrgicas. Tenía dos torres a los pies y otra en el crucero, seguramente con influencia decorativa lombarda. La campaña de construcción fue
financiada por el censo anual establecido por Fernando I de León, soberano del reino unido de León y Castilla. Debió de estar cubierta en un principio con madera, pero en 1010 ya quedó concluida con bóvedas de piedra. Posteriormente se multiplicaron las capillas alrededor del altar, para que sus monjes pudieran realizar más cómodamente las ceremonias litúrgicas.
A principios del siglo XII, el centro religioso cluniacense no consistía solamente en la iglesia y dependencias de los monjes, sino que contaban también con una sala capitular, claustro, refectorio, dormitorios, cocina, panadería, fabrica de conservas, establos y letrinas. Más alejado del conjunto monastico se encontraban el hospital y la hospedería. Entre 1088 y 1118 se edificó una nueva e inmensa iglesia, Cluny III, pero durante su construcción, Cluny II siguió en funcionamiento hasta su desaparición casi por completo para ampliar el claustro. Tenía una longitud de 187 metros y una altura de 30 metros. Pórtico con nártex de tres naves precedido por dos torres. Desde este nártex se accedía a la iglesia de cinco naves, con planta en cruz de Lorena y dos cruceros de desiguales dimensiones, siendo el más cercano a la nave el más alto y ancho, coro, deambulatorio con cinco capillas radiales, que sumadas a las diez secundarias hacían un total de quince. Tenían un gran número de ventanas, especialmente en la cabecera. No había tribuna, pero se empiezo a utilizar aquí elementos del nuevo estilo de la luz como los arcos apuntados y los arbotantes; estos nuevos elementos de estilizada figura permiten una estética ascensional que será explotada plenamente, a partir de ahora por el gótico. Fue considerado como la joya y el máximo exponente del arte románico borgoñés. Durante la Revolución Francesa se destruyeron la mayoría de los edificios monásticos ya que para los ilustrados, Cluny suponía un símbolo del poder eclesiástico. En la actualidad, solo se conserva en pie parte del brazo sur del transepto.
Iglesia de San Eustaquio de París (1532)
En el lugar donde se encuentra actualmente esta iglesia existía otra construida en 1223 gracias a las tasas que se les exigían a los mercaderes de pescado y dedicada a Santa Inés. La iglesia de San Eustaquio fue construida entre los años 1532 y 1637 en estilo gótico florido según planos de Lemercier y construida por el arquitecto italiano Domenico da Cortina. Fue consagrada por el arzobispo de París Jean François de Gondi en 1637. La decoración y la torre oriental es de estilo Renacentista y una fachada de estilo Neoclásica fue añadida en el lado occidental en el siglo XVIII.
Construida interiormente a partir de cinco naves, con transepto y coro. Tiene 105 metros de largo, 43 de ancho y 33 metros de altura. en el interior hay unos excepcionales arcos góticos que sostienen el techo de la capilla mayor. También cabe destacar varias pinturas de Rubens, así como un magnífico órgano que consta de 800 tubos. En 1844 se incendió ocasionando daños colaterales. En la restauración del mismo se descubrieron murales del siglo XVII que sirvieron como modelo para la renovación del resto de la iglesia.
Algunos detalles que dejan patente la importancia que tiene esta iglesia son los siguientes: aquí fueron bautizados el dramaturgo Molière, el futuro Cardenal Richelieu y la famosa Madame de Pompidour; en el altar mayor tomó la primera comunión el rey Luis XIV; también se celebró el funeral de la reina Ana de Austria y fue elegida por Mozart para celebrar el funeral de su madre.
Capilla Real Sainte-Chapelle de París (1242)
La Santa Capilla de París se haya dentro del recinto del Palacio de Justicia y es el modelo más elegante y puro que hay en París de estilo gótico. Se empezó a construir en 1242 y se terminó en 1248, siendo consagrada el 26 de abril del mismo año por el legado del papa, Eudes de Chateauroux (capilla superior). La construyó Pierre de Montereuil para guardar las reliquias que san Luis IX trajo de Tierra Santa en 1241 (el rey acordó con el emperador bizantino Baudouin II, la compra de las reliquias por la suma de 135.000 libras), entre ellas la Corona de Espinas de Jesús, un trozo de la Cruz, el hierro de la lanza y la esponja. Luis IX acudió a recibirlas y él mismo entró con ellas en la ciudad descalzo, depositándolas en la capilla de san Nicolás de su palacio de la Cité hasta que fuese construida una capilla más digna que esta y se dedicase a la Sagrada Corona de Espinas. Es una verdadera maravilla arquitectónica. Se compone de dos capillas superpuestas.
La capilla inferior (Chapelle Basse), llamada de la Santa Virgen fue consagrada por Pierre Berruyer, arzobispo de Bourges siendo diseñada para que los cortesanos hicieran uso de ella. Esta capilla sirve de soporte para la capilla superior y por lo tanto, su techo tiene una menor altura, solo tiene siete metros. Es de planta de salón con dos naves laterales. Los muros están decorados con arquerías trilobuladas y con doce medallones, que representan a los Apóstoles. Cuarenta columnas sostienen los arcos, llamando la atención las claves de las bóvedas, en madera de encina esculpida y la detallada decoración policromada. En dichas columnas alternan las flores de lis de Francia sobre fondo lapislázuli y las torres de Castilla en homenaje a Blanca de Castilla, la madre de san Luis. La bóveda está pintada con un cielo estrellado y el suelo consiste en unas losas funerarias que recubren las sepulturas de los tesoreros y canónigos de la Sainte-Chapelle.
La capilla inferior comunica con la superior (Chapelle Haute) por medio de una estrecha escalera de caracol de piedra, antes reservada a la corte. Estacapilla, llamada de la Santa Corona mide 33 metros de longitud, 11 metros de ancho y 20,5 metros de altura. En el interior, los muros han sido totalmente reemplazados por ventanas, penetrando la luz por quince ventanales de 15,35 metros de altura por 4,70 de anchura, están divididas por cuatro ojivas, encima de las cuales hay un rosetón de seis lóbulos y dos cuatrilóbulos. Las ventanas del ábside de 13,45 metros de alto, por 2,10 de ancho, sólo tienen dos ojivas y tres trilóbulos. En total hay unos 600 metros cuadrados de vitrales, de los cuales dos terceras partes son originales de la época de su construcción. Todas representan escenas religiosas y se puede encontrar representado en ellas desde el Génesis y el Éxodo hasta el Apocalipsis. Los vitrales constituyen un conjunto homogéneo, los colores dominantes son el azul, el rojo y el amarillo que dan, a la capilla, un colorido muy característico. Las ventanas laterales tienen una tracería muy parecida a la de la capilla más oriental de la nave de Notre-Dame de París. En los muros laterales hay asientos especiales para el rey y su familia; se destacan por medios arquitectonicos, pero sin ningún alarde de esplendor. Adosadas a las finas columnas que marcan los tramos, se encuentran repartidas las estatuas de los doce Apóstoles, formando la decoración esculpida más importante de la capilla.
El rosetón fue regalo del rey Carlos VIII en 1485 pero su tracería se modificó posteriormente, pudiéndose ver la forma original en la ilustración del mes de junio del Libro de Horas del Duque de Berry. La actual se compone de 86 paneles y describe la historia del Apocalipsis. Tiene nueve metros de diámetro.
Durante la Revolución Francesa, la Saint-Chapell fue convertida en una oficina administrativa y sufrió un deterioro importante: una tercera parte de los vitrales fueron destruidos, el mobiliario, las sillas del coro y la galería que separa el coro del trascoro desaparecieron, el órgano fue transportado a Saint-Germain-l'Auxerrois, la flecha se desmoronó, los tímpanos destrozados a golpes y las reliquias dispersadas. La mayor parte de las estatuas fueron salvadas por Alexandre Lenoir. Pero las labores de restauración realizadas posteriormente por Lassus, Duban, Viollet-le-Duc y Boeswillald, hacen que la Santa Capilla se vea hoy como se vio hace más de 800 años.
Basílica de Saint-Urbain de Troyes (1266)
La basílica de San Urbano de Troyes es una fundación papal. Urbano IV deseaba que se edificase una iglesia en el emplazamiento que había ocupado el puesto de zapatero de su padre. Desde 1262, hizo comprar el terreno y, en 1264, los procuradores reconocieron haber tomado del Capitulo 10.000 marcos de plata para la construcción del edificio. A la muerte de Urbano IV, en 1264, su sucesor, Clemente IV, continuó la empresa. Poco después, fijaba en doce el numero de canónigos. En el verano de 1266 se produjo la consagración. Un incendio acaecido poco después afectó a la mampostería de la iglesia. Dificultades financieras se añadieron a otras, de manera que en 1286, a la muerte del cardenal Ancher, sobrino de Urbano IV, el edificio estaba sin terminar. Las colaterales de las nave y la parte baja del muro de la fachada se construyeron en esta época, no comprendiendo la nave entonces más que un tramo inacabado. A finales del siglo XIV, se levantaron las grandes arcadas de dos tramos occidentales. En 1389 se consagró, una vez más, el edificio.
La planta adoptada por el arquitecto, cuyo nombre conocemos por casualidad, Jean Langlois, se singulariza por sus mediocres dimensiones: el edificio, precedido por un pórtico que se extiende sobre toda la extensión de la fachada, está formado por una nave con colaterales a tres tramos y por un transepto no saliente prolongado al exterior sobre cada uno de los brazos en un pórtico. En el coro, de dos tramos, se añade un ábside con cinco paños, muy salientes, sobre las absidiolas situadas en la prolongación de las colaterales.
En esta planta, que demuestra una gran maestría y una gran lógica, Jean Langlois levantó un alzado muy audaz. En el ábside, sobre un muro ciego, levantó dos niveles de vanos que ocupan la anchura de cada uno de los paños. En el nivel inferior, dispuso un paso, ante el cual tendió una arcada de gran ligereza. Adoptando la fórmula de Champaña de unión entre los diferentes niveles, continuó los ajimeces de los vanos inferiores en los vanos superiores, estableciendo la vidriera sobre dos planos distintos. Creó, en el segundo nivel, un paso exterior, situando la vidriera hacia el interior de la mampostería; de esta forma creó un efecto plástico extremadamente poderoso. El molduraje, la finura de los soportes, lo mismo que los pilares fasciculados en el transepto, muestran claramente que el arquitecto anunció ya formulas que pronto se extenderían. Además, para conseguir este efecto de ligereza, Jean Langlois hizo uso de algunos subterfugios técnicos indispensables y que fueron explicados por Viollet-le-Duc. Estos se hacen patentes al examinar la cabecera en la que los contrafuertes quedan reducidos a su más simple expresión en longitud y en esbeltez. Reciben el arranque de los arbotantes, que obedecen igualmente al sistema de claraboya.
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Basílica de Santa Magdalena de Vézelay (1140)
La historia de la basílica de Vézelay comienza en el año 860, cuando Gerard, conde de Roussillon, dona unas tierras para la construcción de un monasterio de monjas en la aldea de Saint-Pére, vecina de Vécelay, siendo esta consagrada en 879; poco después los normandos
asolaron el monasterio degollando a todas ellas. Geoffroy, abad de Vézelay, levantó en el año 1037, el cenobio en el cercano Monte Vézelay, al abrigo de sorpresas enemigas, instalando en él a monjes benedictinos y cluniacenses en lugar de monjas. Dicho cenobio estaba situado en el punto de inicio de la Vía Lemovicensis, uno de los cuatro puntos de encuentro de peregrinos del Norte y del Este de Europa que, a través de Bourges y Limoges llevan hacia Roncesvalles, y conducen a Santiago de Compostela. En el año 1096, el abad Artaud dio comienzo a una ampliación de la abadía. Se construyeron un crucero y un coro; las obras duraron hasta el año 1104. La iglesia abacial fue consagrada a santa María Magdalena en ese mismo año, pero quedó destruida a causa de un tremendo incendio en 1120, en el cual se hundió la techumbre, dejando debajo de ella sepultados a 1127 peregrinos que asistían, hacinados en las tres naves, a las primeras vísperas de santa María Magdalena el día 21 de julio. La iglesia volvió a reconstruirse poco tiempo después, en el año 1140, por Renaud de Semur, sucesor de Artaud, asesinado este en una revuelta popular. En una arcada se ve hoy todavía un medallón que representa a una mujer sentada con una iglesia entre las manos y con la siguiente inscripción: Sum modo fumosa, sed ero post hoc speciosa (Ahumada y fea contempláisme, mas luego me hallaréis encantadora). Renaud fue nombrado arzobispo de Lyón en 1128 y murió en aquella archidiócesis, todavía joven, el año siguiente.
Poco después es nombrado a Alberico como sucesor; monje de gran talento, virtud y prudencia, quien, aunque cluniacense, supo captarse las simpatías y la admiración de todos sus monjes; construyó en 1132 el inmenso pórtico de la basílica, para albergue de peregrinos. Alberico murió siendo cardenal-obispo de Ostia. Sucedió a Alberico Ponce de Montboissier, monje de Cluny, pero identificado con los monjes de Vézelay, donde se había criado, y se propuso independizar su abadía del vasallaje que Cluny y los condes de Nevers le imponían, lográndolo a fuerza de energía y sagacidad; murió en 1161. Pocos años antes, en 1146, san Bernardo de Clairvaux celebró aquí las Juntas de la Segunda Cruzada; por encargo del papa, el santo leyó la bula que invitaba al rey de Francia a la guerra y pronunció el pregón más encendido de su vida. Animado por el éxito, san Bernardo recorrió Francia y Alemania predicando por todas partes la movilización. Ésta se inició con gran ímpetu y terminó en desastre. Tras unos años difíciles, el nuevo abad, Guillermo de Mello, tuvo que sufrir el acoso del conde de Nevers, Guillermo IV, el cual saqueaba, profanaba y mataba cuanto se oponía a su paso. Posteriormente fue electo en armonía por los monjes el abad, Girardo de Arcy, que gobernó con gloria la abadía durante veinticinco años. En el año 1190, Felipe Augusto y Ricardo Corazón de León, peregrinan a la abadía de Vézelay antes de partir para la Tercera Cruzada, dejando generosos donativos por lo que Girardo los aprovechó para levantar en lugar del ábside románico, abrasado en 1165, el espléndido coro gótico que hoy subsiste. Siguió una época de decadencia que paró en seco la actividad constructiva de la abadía, hasta que Felipe el Atrevido se declaró defensor nato del celebre monasterio.
En el siglo XIV sobresale el abad Hugo de Maison-Comte, nombrado por Inocencio VI; supo ser digno prelado, el cual administró admirablemente la abadía, reparó y mejoró todas las oficinas, mandó copiar los libros litúrgicos y enriqueció la urna de santa Magdalena, la basílica y la sacristía; previendo nueva guerra con los ingleses, fortificó Vézelay. Merced a su previsión y talento, contra los muros seestrelló el ímpetu del duque de Lancáster, por lo que Carlos V, admirado y agradecido, le nombró consejero real e hizo de Vézelay centro de gobierno administrativo de la comarca. Bandas de forajidos devastaron esta zona durante la primera mitad del siglo XV y obligaron a los monjes a vivir constantemente armados; pero gracias a la sagacidad de Carlos VII, renació la paz, el comercio y la prosperidad hasta los trastornos religiosos del siglo XVI. En 1457, el nuevo abad Auberto de la Chasse, promulgó sabias disposiciones para restaurar los desastres causados en los pueblos dependientes de la abadía, favoreciendo y consolando a los humildes vasallos, que le apodaron el Abad Bueno. Al morir este, eligieron los monjes a Pedro Lusurier, coadjutor del anterior abad y que Luis XI no aceptó como tal e impuso a Pedro de Balzac, y tras él a Diosdado de Béduer, favorito así mismo de la corte, y con tales directores al frente, pronto estuvo por los suelos la observancia. En el año 1537 la abadía se secularizó y los monjes fueron sustituidos por canónigos. Poco después, en 1569, los hugonotes se apoderaron por sorpresa de Vézelay, saquearon el monasterio y basílica, quemaron las reliquias y convirtieron el santuario en pajar y cuadras; los herejes quemaron también las insignes reliquias de santa María Magdalena que se encontraban aquí desde el año 880. En el año 1790 la abadía pasó a ser una simple iglesia parroquial y, posteriormente, seis años más tarde, se vendió como un bien nacional. El 2 de julio de 1840, merced a una inspección llevada a cabo por Prosper Merimée, el Gobierno francés decretó la reparación de la basílica de la Magdalena, bajo la dirección del celebre arquitecto Viollet-le-Duc, quien la llevó a cabo inteligentemente, gastándose en las obras alrededor de un millón de francos. El cardenal Benadou, arzobispo de Sens, restableció las famosas peregrinaciones a Santa Magdalena de Vézelay, reintegrando sus reliquias, que se encuentran actualmente en la cripta e inaugurándola él mismo el 22 de julio de 1876. En el año 1920 se le otorgó, a la abadía, el rango de basílica. Finalmente, en 1979, la basílica y la colina de Vézelay fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El monasterio de Vézelay junto con el de Cluny fueron uno de los primeros edificios románicos en incorporar elementos góticos en sus estructuras. La iglesia consta de un nártex, nave central y dos laterales, coro, deambulatorio y capillas circulares y cuadradas. Consta dedos pisos aunque en el coro tiene tres, con tribuna abovedada sobre el deambulatorio, típico del gótico. Su equilibrio queda asegurado con muros en contrafuerte bajo el techo y con arbotantes añadidos en el transcurso de la construcción. La nave tiene una longitud de 62 metros, una anchura de 11 metros sin las naves colaterales y una altura de 18,55 metros. El nártex es impresionante, el abad Ponce de Montboissier hizo construirlo de dos niveles, siguiendo la tradición de principios del siglo XI en numerosas iglesias de Borgoña. Consta de tres tramos de largo y la misma anchura que las tres naves, con un total de 21 metros de largo por 25 de ancho. Fue edificado hacia 1150, unos diez años después de la nave principal, sigue el estilo cluniacense. El pórtico del nártex es uno de los más bellos ejemplos del románico procedente de Borgoña, se aprecia en ella la influencia de los escultores del monasterio de Cluny. El centro del tímpano lo ocupa Jesucristo dentro de una mandorla, con las piernas inclinadas hacia la izquierda. Bajo sus brazos desplegados aparecen los Apóstoles con libros en sus manos, recibiendo al Espíritu Santo, que se representa como haces de luz que salen de los dedos de Cristo. La nave es una de las partes más antiguas de la iglesia, consta de diez tramos de bóvedas de arista. La ornamentación y decoración de columnas y capiteles es de una gran virtuosidad técnica, serenidad y sobriedad. Muchas de las columnas tienen zócalos finamente esculpidos con motivos florales o geométricos. La mayoría de los capiteles son historiados y representan vidas de santos, escenas morales o alegorías. Es destacable también la alternancia de colores, blanco y marrón, de las claves de los arcos. Fue consagrada por el obispo de Autun en 1132 en presencia del papa Inocencio II. El coro gótico fue realizado a partir del año 1185 empleándose ya un tipo de piedra diferente al de la nave; es piedra calcárea con tonalidades blancas, grises y azuladas. Aquí ya no da sensación de horizontalidad sino de verticalidad. Encima de los grandes arcos encontramos una serie de tribunas. Las ventanas están construidas con la forma del arco apuntado gótico. Por ultimo, la cripta está situada bajo el santuario, donde reposan las reliquias (la cabeza) de santa Magdalena que los peregrinos vienen a venerar.
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